El cosmos teatral del Thalia

Jesús, Fuertes, William, López

“Cagar o no cagar” sustituye “El ser o no ser” de Shakespeare en la más reciente producción del Thalia Spanish Theatre en Queens, “Tu arma secreta contra la celulitis rebelde”. Lo curioso del caso es que antes de entrar a la función yo dije en el lobby que no me sentía muy bien que iba a cagar y varios compañeros artistas se horrorizaron que yo lo había dicho como el que no decía nada. Yo siempre lo he anunciado porque lo veo como algo tan natural, tan cotidiano que no debe ruborizar a nadie. Para los que quisieron darme un tapabocas en el lobby yo les di una sonrisa triunfal cuando una de las cosas que se distinguían en el set era un toilet y les di una carcajada cuando en el discurso de introducción uno de los protagonistas no solo habla de esta necesidad biológica sino que se baja los pantalones y usa el toilet, y no contento con esto nos habla de las distintas formas de la defecación. Pero allí, públicamente, ninguno de mis compañeros, ni nadie del público se ruborizó al escuchar sobre este acto natural sino que se reían a carcajadas, casi a tipo de coro, cada vez que se mencionaba. Imagino que era porque sabían era de mentira y cuando yo lo dije era de verdad. Enseguida me dije, será que el autor, uno de los más controversiales y vendibles de España, Iñigo Ramirez de Haro, ve la cagadera tan natural como la veo yo. Porque también otro de sus “plays” lleva orgullosamente como titulo; “Holy Shit” o “We couldn’t call it what we wanted to call it so we called it Holy Crap” que fue presentado con éxito en el 2011 en La Mama Theater. Pero independiente como la vea, aquí la cagadera es especie de metáfora en la introducción para la historia en esta irreverente comedia de corte existencialista de Ramirez de Haro. El autor explora la condición humana a través del conjunto de vivencias al mejor estilo de los existencialistas, también españoles, Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno quienes fueron los mayores exponentes de esta tendencia en idioma español durante el siglo XX. Ese conjunto de vivencias es el arma que magistralmente utiliza el director de esta puesta en escena, Ángel Gil Orrios, llevando la historia más allá del cosmos escénico a la experiencia de teatro total en comunión con los espectadores. Tanto es así que parte del escenario es platea envolviendo en su totalidad a la audiencia, haciéndonos partícipes activos de la trama, rompiendo la cuarta pared, creando diálogo entre el espectador y los personajes que también son espectadores en este montaje. De pronto uno se encuentra al lado de ellos con el corazón en la boca y la incertidumbre de, ¿me preguntará algo?, ¿me hará algo?, ¿cuándo se acabará esta espera? Y entre carcajadas y carcajadas, ya que nos estamos riendo de principio a fin, Gil Orrios nos hace creer que de verdad estaremos 12 horas encerrados en el teatro rompiendo el aburrimiento de la vida. Eso fue lo planteado por el cagón director-dios que abre el espectáculo bautizado como Director-Autor Ramirez, interpretado maravillosamente con dignidad y aplomo por Francisco Fuertes. No otro actor hubiera introducido la historia mejor que Fuertes.

Jesús, Fuertes, William, López

La historia en si presenta una pareja y un vendedor que asisten al teatro para entretenerse con una comedia y se encuentran con un director-dictador que les informa que no hay tal entretenimiento y que no se podrán retirar por lo menos hasta pasar doce horas encerrados con el propósito de que encuentren algo auténtico que salga de ellos mismos para romper el aburrimiento. Durante esa búsqueda los personajes sacan a flote sus inseguridades y verdades acerca de las relaciones, el amor, el consumismo, lo que los hace feliz y lo que no, y un desglosamiento de lo que es propaganda y su efecto en las masas. Ese secuestro de 12 horas dará la total libertad a los protagonistas ya que como bien señalara Sartre “Nunca se es más libre que cuando se está privado de la libertad.” Creemos esa cita de Sastre fue la plataforma utilizada por Ramirez de Haro para la confección de sus personajes. Dicho sea de paso, el autor llama al protagonista de esta pieza, Ramirez, como él mismo, dejándonos entrar en la aceptación de que es él como dramaturgo el que plantea la total tesis tipo ensayo que dividió en personajes para darle soltura a sus ideas. William Saquicela, como Santiago el incomprendido esposo con el hastío de su relación y en la búsqueda de divertirse aunque sea en la total ficción, calmadamente, con precisión y entera seguridad nos roba las carcajadas solo con sus expresiones físicas. Soledad López, quien nos dejó electrificados la pasada temporada con su interpretación de Medea (Premio ATI este año como mejor actriz), nos demuestra, una vez más, que es una de las mejores actrices con las que contamos en nuestro medio. Soledad no escatimó en utilizar todos los recursos de su vis cómica para hacer de Bartola, una de las mejores caracterizaciones cómicas en los últimos años. El que sólo la haya visto en “La Callas y Medea” y viene a verla ahora, jamás creerá es la misma actriz. Es que López, física, espiritualmente y textualmente, se roba el show interpretando esta esposa sedienta de sexo y frustrada ante la casi no existente relación matrimonial. Jesús E. Martínez como Harry, el vendedor, se impone con gran soltura al conjunto de carcajadas que presidieron su entrada. Fue el personaje sorpresa, su tan bien lograda caracterización dejaba ver matices insospechados, su ponencia nos envolvió que dejamos de ver a un vendedor, para ver un maestro, un político, un religioso, un director que deja a un lado toda su filosofía para sucumbir ante el deseo sexual y el amor. El texto, la dirección y las actuaciones, sin dejar afuera el vestuario (López), escenografía (Gil Orrios) y las proyecciones y control de luces y sonido (Fabricio Saquicela) hacen del Teatro Thalia el mejor planeta para visitar esta temporada en la galaxia teatral latina de nuestra ciudad. ¡Felicidades!

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